El domingo 16 de julio de 1251, estaba San Simón Stock, Superior General de los Padres Carmelitas del convento de Cambridge, Inglaterra, rezando por el destino de su orden, cuando se le apareció la Virgen María. Estaba vestida de carmelita y acompañada de una multitud de ángeles, llevando al Niño Jesús en sus brazos y en su mano un hábito en miniatura, que le entregó diciendo:
"Recibe hijo mío este Escapulario de tu orden, que será de hoy en adelante señal de mi confraternidad, privilegio para ti y para todos los que lo vistan. Quien muriese con él, no padecerá el fuego eterno. Es una señal de salvación, amparo en los peligros del cuerpo y del alma, alianza de paz y pacto sempiterno". (Novena de Nuestra Señora del Carmen, Santiago, Carmelitas descalzos, 1942, pag. 30; Matte y Domínguez, El Escapulario del Carmen, pág. 9)
También en su aparición en Fátima la Virgen le habló a Lucía sobre el escapulario. De acuerdo al relato de dicha vidente, Ella en su última aparición (Octubre, 1917, día del milagro del sol), se presentó vestida con el hábito carmelita, con el escapulario en la mano y en su mensaje recordó a sus hijos que lo llevaran con reverencia. También pidió que quienes se consagraran a ella lo usaran como signo de dicha consagración.
Cabe resaltar que lo singular de la aparición de la Virgen a Simón Stock –a diferencia de otras apariciones- es que la Virgen del Carmen aparece con su Hijo Jesús en brazos como su tesoro más preciado y como invitándonos, una vez que nos revistamos del escapulario, a que su Hijo, el mismo Dios, sea también nuestro tesoro. Porque la Virgen es camino hacia su Hijo, vía directa hacia Jesús; la Virgen nos presenta a su Niño para que le amemos y nos invita y ayuda a acercarnos a Él.
San Simón Stock recibe de la Virgen del Carmen el escapulario.
Calcografía de Nicolás Bonnart,
c. 1680, París.
La devoción a María es la relación entre madre e hijo y, por lo mismo, ésta debe ser de una gran intimidad personal, cercanía y confianza, como es el amor terrenal y personal de una madre hacia cada uno de sus hijos.
La devoción filial a María es parte integrante de la vocación cristiana. En todo momento se ha de recurrir a Ella, que "consuela nuestro temor, excita nuestra fe, fortalece nuestra esperanza, disipa nuestros temores y anima nuestra pusilaminidad" (San Bernardo, Homilía En la Natividad de la B. Virgen María). Es más fácil llegar a Dios a través de su Madre.
Existen varias maneras de honrar y venerar -y no adorar- a María, pero tal vez la devoción preferida por Ella, y por la cual el pueblo cristiano ha recibido innumerables gracias, son el Escapulario y el Santo Rosario.
El Escapulario es un signo de consagración a la Virgen del Carmen y un sacramental de la Iglesia, es decir, un objeto religioso aprobado como signo que nos ayuda a vivir cristianamente.
Por otra parte, el Santo Rosario es una de las oraciones más hermosas a la Madre del Salvador, quien en innumerables apariciones ha pedido que lo recemos. Al hacerlo vamos meditando junto a ella los misterios centrales de la vida de Jesús.
Fuentes:
· Libro "Historia y Devoción a la Virgen del Carmen", autor Pbro. Claudio Verdugo Caviares.
· Guía " Aprendiendo quién es la Virgen del Carmen", material de propiedad del Área de Educación Conferencia Episcopal de Chile.
· Publicación "Virgen del Carmen Reina de Chile", comité editorial: Pbro. Francisco Javier Manterola, Cofradía Nacional del Carmen, Ana María Gálmez.